Hay quienes negocian intereses, por encima del esfuerzo ciudadano. Hay quienes piden a gritos ir de frente y con más fuerza, lo clama la gente confundida en medio de todo el laberinto en que se ha convertido el país. Duelen los caídos, los heridos, los asfixiados. Duele la sangre en el asfalto y la justicia que no llega. Duelen las piernas, los pulmones, la cabeza, pero sobre todo duele la esperanza. ¿Nos han vendido ideas mágicas que no pueden ejecutarse? Quizás sí. Me afinco en el hecho de que necesitamos una mejor cultura política: necesitamos entender que los líderes son necesarios pero no son Dioses, no son excepción al debate; necesitamos entender que en nosotros también recae la responsabilidad de lo que pasa, que nosotros también actuamos y tenemos el poder de hacer cambiar el juego.
¿Hay diferencias en la Unidad? Responderé con una pregunta, aunque un gran amigo me haya recomendado evitarlo: ¿cómo no haberlas? Nadie puede pensar exactamente igual a otro, discernir está bien. La cuestión es saber utilizar las diferencias como una ventaja encaminada a un mismo fin, y no como un motivo de conflicto. A lo largo de estos meses he defendido incansablemente la postura de algunos líderes de oposición, porque la entrega que ví en cada marcha, en cada protesta, día tras día, sin descanso, era admirable. En estos últimos meses sentí que íbamos encaminados a una misma meta, por la misma ruta, con toda la fuerza.
Sin embargo, la instalación de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente con superpoderes para deshacer todo lo que se les venga en gana sin la más mínima restricción que valga, y el magnánimo fraude evidenciado en los resultados electorales de la misma, marcaron un hito en la lucha que veníamos llevando. El gobierno, que hasta hace poco se veía acorralado, intenta, en medio de su miedo, hacerse del poder absoluto y elevarse ante los otros como un Rey supremo, cuyo castillo está construido en contrabando, corrupción, sangre, mafia e ilegitimidad. Pero ante todo, y ante los ojos del mundo que han estado atentos a Venezuela, muestra una fachada "democrática" invitando a unas conflictivas elecciones regionales. A la fecha, ya el dilema no consiste en decidir si participar o no participar. La MUD que se para firme ante la inscripción de candidatos está resquebrajada, sin apoyo ciudadano, sin coherencia en el discurso, dejando dudas, intrigas y mucha más incertidumbre de la que ya se había alojado en cada uno de los venezolanos. Hay quienes plantean las regionales como un frente de lucha democrática, lo entiendo, yo también lo hubiese podido considerar así si la dirigencia no hubiese abandonado la calle. Pero, si ponemos los pies en la realidad y vemos lo que realmente es, chocaremos de frente y sin freno con el hecho de que esas elecciones no cambiarían, y mucho menos mejorarían, los problemas por los que salimos a exigir libertad desde abril de este año. Hoy, vemos candidatos inscritos divididos y no con la misma tarjeta que nos dio la AN en diciembre de 2015. Entonces, participar en las migajas de unas elecciones para legitimar el fraude del CNE que ya fue reconocido a nivel mundial, legitimar la ANC contra la que hemos venido batallado al solicitar el salvoconducto, y abandonar la calle ¿vale la pena? Para mí, no. Me rehuso a pensar en la posibilidad de que mi primer voto pudiera ser en estas deplorables condiciones. Teniendo en cuenta que la persecución hacia los alcaldes opositores ha sido injustificadamente aterradora, ¿qué garantiza que la ANC no aplique medidas similares en la aprehensión y destitución de sus cargos a quienes sean electos gobernadores?
Desde pequeña he tenido que batallar con el pan nuestro de cada día que recita mi abuelo al sentarse en la mesa: "Si quieres aprender de corrupción, métete a político". No comparto este pensamiento, y lo rechazo contundentemente porque creo que la Política con "P" mayúscula es esencialmente necesaria. No obstante, el panorama actual me hace pensar que quizás si existan motivos para que, así como mi abuelo, muchas personas piensen de esa manera. Ante esto, quiero aclarar dos cosas: la primera, la anti política no ha generado, nunca, buenos resultados, producto de ella llegó Hugo Chávez al poder en 1999; la segunda, lo que pasa o deja de pasar en la política nacional es nuestra responsabilidad como ciudadanos, porque somos nosotros quienes debemos exigir compromiso, coherencia, integridad y justicia, a quienes prestan su cabeza para dirigir las masas.
A la MUD: qué se encargue la historia de juzgar la negociación del clamor de un país, por unas pequeñas dosis de poder. Son más de 100 venezolanos los que perdieron la vida, jóvenes que mantenían convicción de que ese era el camino correcto. La dignidad no se vende, la libertad no se negocia.
A los venezolanos: aunque el cielo se ponga más oscuro cada día, nos sintamos solos, desesperanzados y traicionados, todavía quedan motivos para seguir luchando, desde cualquier espacio, sin perder el foco, apegados a nuestros principios.
A Venezuela: discúlpame. Te sigo soñando libre, te sigo llorando a solas.
Ante la desesperanza y la desesperación, rescato las palabras de María Corina Machado: "Aquí el único que está débil es Nicolás Maduro".
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