Creí haberla conocido, lo juro. Creí que la tenía abrazada de las manos, creí que la había conquistado lo suficiente como para que no se separara de mi lado. Me llené de mentiras que alimentaban la necesidad de cariño. No importa qué ocurriera, todos gritaban que yo no tenía permiso de llorar. Mis pies ahora vacilan, los pasos se volvieron inseguros. Ellos, en cambio, llegan sin dudas, consumen y se van. Nunca preguntan si estoy bien, no se dan cuenta que me hacen daño o quizá sí, pero no les importa. Ya no reconozco la certeza, está muy cambiada desde que me la presentaron. Ya no me conozco a mí misma, estoy muy cambiada desde que me olvidé.